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La situación de emergencia climática y la necesidad de proteger los entornos naturales están motivando un cambio en nuestra forma de vivir que afecta, incluso, a las más pequeñas acciones, a decisiones que tomamos a diario.

A pesar de que España es el país europeo menos preocupado por el medio ambiente –por detrás de otros como Italia, Francia, Alemania o Reino Unido–, según un estudio de la consultora Ipsos; la ciudadanía va, poco a poco, entendiendo que debe contribuir a cuidar del planeta desde su propia acción individual. Y no solo eso: cada vez más, consumidoras y consumidores exigen a las marcas que apuesten por la sostenibilidad.

El cárnico es uno de los sectores económicos que más rápidamente ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos. Gobiernos, medios de comunicación y ciudadanía han dado señales muy explícitas sobre cómo debería ser la industria cárnica del siglo XXI: sostenible, circular y libre de emisiones. En conclusión, una industria responsable con su entorno.  

Producción sostenible, ¿realidad o ficción?

Más allá del ruido informativo que generan bulos y desinformaciones, a menudo faltos de contexto y de evidencia científica, es innegable el impacto medioambiental que pueden llegar a tener determinadas prácticas dentro de la industria cárnica. Sin embargo, cabe remarcar el carácter obsoleto de todas ellas y el rechazo generalizado de un sector que, contrariamente, apuesta por la innovación al servicio del medio ambiente, de la calidad de los productos y de la generación de empleo como pilar básico de su actividad.

Una producción sostenible no solo es posible, sino que cada vez está más cerca de ser una realidad. De la mano de soluciones como Meat 2030, el sector trabaja en el favorecimiento de la economía circular, la reducción de gases de efecto invernadero, la disminución del uso de plásticos o la aplicación de energías limpias.  

Así, consciente de los retos que debe afrontar, en los últimos años, ha perfeccionado sus técnicas de producción con tal de reducir su impacto ambiental. Su compromiso con el medio ambiente pasa por rebajar un 15% la huella de carbono en el sector vacuno, un 47% de las emisiones de amoniaco y un 54% las de metano en el sector porcino.

Además, también se han puesto en marcha acciones para disminuir hasta en un 30% el uso de agua por cada kilo de carne producido y fomentar la investigación en alimentos para el ganado más eficientes y con menor huella medioambiental. 

En definitiva, la mejora constante de instalaciones y procesos anticipa un cambio real de paradigma. Una forma de trabajar la ganadería y la industria que dará lugar a una actividad completamente sostenible que cuide nuestro territorio y a las personas que en él habitan.  

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